Autor: ARAM AHARONIAN (*)
El resultado electoral en Argentina este domingo 19 de noviembre no puede generar sorpresas. El ‘progresismo’ representado en un gobierno de tinte conservador del “peronista” Alberto Fernández, que resultó ser tremendo y desilusionador fracaso, alimentó el monstruo de la ultraderecha. El día después todo parece más fácil de explicar. Hay diferentes lecturas desde distintos planos: como desde la exitosa operación de apoyo de la derecha neoliberal encabezada por Mauricio Macri, y también como hastío de una sociedad quebrada. El fracaso del oficialismo y sus (escasos) aliados sirve de muro de contención a una convocatoria a formar oposición de unidad, teniendo en cuenta que el 45 por ciento del electorado no es poco. El rugido de la ira que da alas a los abanderados de proyectos políticos nacionalpopulistas, ultraderechistas, algunos neofascistas, aparece de forma similar en distintos rincones del planeta. Milei no es el primero, obviamente. Antes aparecieron los episodios del Brexit (la separación del Reino Unido de la Unión Europea), Donald Trump, Jair Bolsonaro y Giorgia Meloni, como rechazo popular a las opciones tradicionales en Estados Unidos, Brasil e Italia, por ejemplo. Quizás sea en eso donde radican las similitudes entre distintos elementos de la internacional reaccionaria, aunque puedan mantener diferencias significativas en las causas de sus éxitos . El diario El País de España considera que por características personales y planteos políticos, Milei es una figura hiperbólica, incluso en el marco del radical mundo de la internacional reaccionaria, y su victoria causa un especial espanto e incredulidad en las filas de progresistas y liberales moderados. Sus propuestas son de un extremismo excepcional, meridianamente desprovistas de fundamentos intelectuales sólidos, amenazantemente retrógradas en su conservadurismo e impulsadas además por un líder cuyos modales no destilan el sosiego deseable en un mandatario, señala el influyente diario. El triunfo del libertario en realidad es una victoria del expresidente Mauricio Macri, que logró juntat los votos de su Juntos por Cambio para capitalizarlos a Milei. Pero ahora la puja entre ellos es por imponer el nuevo modelo económico. En su triunfo jugó papel esencial la juventud (más de ocho millones de jóvenes entre 18 y 29 años), víctima principal del proceso de informalización, desalarización y precarización laboral que no encontraron excusa para inclinar su voto a favor del candidato oficialista. Los actos de campaña de Milei fueron cuidadosamente montados para suscitar el entusiasmo de los jóvenes. Milei era un outsider en el campo político pero no en el mediático: fue el economista más consultado por programas de radio y TV desde 2018, en una construcción mediática prolijamente planificada, señala Atilio Borón. Es un emergente de esa situación de extrema vulnerabilidad de una juventud brutalmente golpeada por la pandemia y la cuarentena y, más aún, por una política económica que profundizó la exclusión económica y social y aumentó la pobreza hasta niveles inéditos. Para ellos la experiencia del gobierno de Alberto Fernández fue un desastre sin atenuantes. Miremos al mundo Está el Reino Unido que votó el Brexit en contra de la posición de los principales partidos, de la patronal, de los sindicatos; los EE UU conquistados por Trump y su mantra de “drenar la ciénaga”; la Italia gobernada hoy por el único partido que no apoyó el gobierno de unidad nacional durante la pandemia, el ultraderechista Hermanos de Italia. Este partido tenía en esa legislatura apenas el 4% de los votos, y aprovechó esa oposición solitaria para disparar contra todo y todos y después se convirtió en el primer partido del país. También Brasil aupó a Jair Bolsonaro, que no era representante de ninguno de los principales partidos del país. Es el espíritu de la enmienda total a un sistema político apoyada en la ira de ciudadanos que sienten que este no les sirve, no les protege, no les funciona, que está podrido. Quizá sea esa frustración generalizada la que alimenta la voluntad de cambio radical y encumbra a outsiders (no solo de la política) que predican un mix populista de satanización de la casta, nacionalismo, conservadurismo, revisionismo histórico. Y aderezan todo eso con la nostalgia de un pasado presuntamente mejor, o al menos basado en una campaña de los medios hegemónicos que mostraban eso. Y ahí Trump con hacer grande nuevamente a América (léase EEUU); el Brexit tratando de recuperar el control perdido en el Reino Unido; terminar con los políticos que sumieron en el hambre y la desocupación a la mitad de los argentinos, en plena democracia. Las propuestas progresistas perdieron terreno por fracasos propios,por no animarse a hacer los cambios necesarios, por gestiones económicas de resultados nefastos, por la larga sombra de corruptelas que se extendían sobre ellas. Y ese fracaso arropó a las ultraderechas, cuyo presente y futuro también dependen de sus gestiones. De ahí los reveses sufridos recientemente en Polonia y España: fueron sancionados en las urnas. Ya habían perdido elecciones, fracasando en la renovación de sus mandatos: la derrota de Trump en Estados Unidos, de Jair Bolsonaro en Brasil, la caída del PiS en Polonia, y las amañadas elecciones en Hungría. ¿El fin de la moderación? Parece que se agotó el tiempo de los paños fríos: La moderación, la socialdemocracia y el progresismo fracasaron y dieron pie al surgimiento de estas ultraderechas anarcoliberales, nacionalpopulistas (a gusto de cada uno) que ponen en peligro el mantenimiento de derechos fundamentales y, en algunos casos, de los más básicos valores democráticos. No es menos cierto que el mismo término democracia ha sido ultrajado y vaciado de contenido, limitándolo a un concepto reduccionista que encierra y congela la soberanía y la participación popular en un palacio de gobierno y un hemiciclo parlamentario. Fue reducida a la posibilidad de que los pueblos voten cada cuatro años por candidatos que ellos no eligieron. La verdad La “locura” de Milei muestra que su desarrollo bien puede conducir a lugares inimaginables pero siempre explosivos. Lo cierto es que casi el 56 por ciento de los argentinos le dijeron no al peronismo y al neoliberalismo de Juntos por el Cambio y sólo el 30 por ciento le dijo sí a Milei en la primera vuelta electoral. Y en el balotaje, casi todos los distritos del país rechazaron al oficialismo y a la derecha, en favor de ultraderecha de Milei: la crisis se hizo sentir. Hace más de un siglo, los argentinos nacieron y vivieron en un país con presencia del Estado (que hasta provee cementerios), más allá de ser peronista o liberal de distinta gradación. Fue un actor siempre presente (como el sol) que tiene más peso sobre la vida si se es pobre, o menos si es pudiente. Los que vienen ahora intentan que sea de noche en el país, señala el sicólogo Carlos Villalba. Milei fue el “que se vayan todos”, encarnado en el apoyo a un economista, de dudosa seriedad intelectual, con propuestas que atrasan un siglo (él mismo lo dice) y no gobiernan en ningún país del mundo. Muchos creyeron que libertario era igual que libertad o que dólar era dólar y no desocupación, menos salud, peor educación… Y el malestar, el hambre, la tristeza y desazón en las casas, la leche a precio de joya, la imposibilidad, ya no de comprar una vivienda sino de alquilarla, alimentó decisiones. Milei, su virginidad como funcionario público (como legislador no integró ninguna comisión ni se le conoció propuesta alguna), su desprecio hacia todos los que gobernaron hasta ahora englobados bajo el concepto de “casta”, transformaron sus propuestas derechistas en novedades, su peluca en rebeldía, su motosierra contra el Estado en cambio y ese conjunto de dislates, imposible de creer que se logren instalar en pleno siglo XXI, brillaron como esperanza y futuro. Decía Walter Benjamin que “detrás de cada fascismo hay una revolución fallida” y el peronismo con un personaje gris como Sergio Massa, proveniente de un partido derechista como la Unión del Centro Democrático (Ucede), cuyos principales dirigentes estuvieron al servicio de las dictaduras, pretendió seguir seduciendo a un electorado alzado ante su vergonzante desempeño como Ministro de Economía, dejando una inflación que ronda el 150 % anual. Las elecciones argentinas fueron monitoreadas desde todos los países de la región. Desde el punto de vista geopolítico, en un mundo conmocionado por los conflictos en Medio Oriente y Ucrania, la victoria de Milei representa una derrota para los BRICS, sobre todo para naciones de la importancia en ese grupo como China y Brasil. En contraste, es un triunfo para Estados Unidos e Israel, con un gobierno que satisfacerá todos sus deseos y designios. Serán los dos países que primero visitará Milei. Desde filas de un peronismo pleno de miniguerras internas, comenzó, lentamente, la autocrítica, consciente que el electorado les cobró diez años de recesión económica, los años finales heredados del gobierno neoliberal de Mauricio Macri. Hoy en la Argentina se es pobre incluso con título universitario y con trabajo en blanco, mientras el 50% de trabajadores informales la siguen pasando demasiado mal y suman miles los que, sin casa ni trabajo, duermen en las calles y las recobas de las ciudades. Massa salió a defender a un Estado que él ayudó a malgestionar en este desgobierno del olvidable presidente Alberto Fernández. ¿Cargará éste con la cruz de haber firmado la posible acta de defunción del mayor movimiento de masas del continente, el peronismo, 78 años después de su surgimiento? Quizá lo más grave es que de la mano del seudo progresismo cultural se perdió la batalla semántica ante la derecha, como ya se había perdido la comunicacional. Ese mismo “progresismo” que dio por muerto (políticamente) al expresidente neoliberal Mauricio Macri, un “incapaz” que se deshizo de la competencia interna (el jefe de gobierno de la capital, Horacio Rodríguez Larreta). Su candidata presidencial, Patricia Bullrich, no logró entrar en la segunda vuelta electoral, pero junto a ella tomó distancia de sus socios radicales y hoy aparece como el padrino de la boda de Javier Milei con sus votantes y sus hombres prestos a ocupar los cargo públicos en un gobierno de un partido sin cuadros. Desde ese espacio peronista se insistió en que el ultraderechista significa un peligro para la democracia, cuando el verdadero peligro es que seis de cada diez niños y niñas viven en la pobreza, al igual que más del 40 por ciento de la población. Peligro para esta democracia que parió un presidente ultraderechista es el desencanto y el nihilismo. Milei no es la causa sino la consecuencia. Desde las bases del peronismo, sus pensadores reclaman un mito movilizador, mística y rebeldía para enfrentar al lema de que todo lo que pueda ser regulado por el mercado será regulado por el mercado y privatizado. Peligro para la democracia es que buena parte de la plataforma de cambio libertaria incluye la represión y la persecución política para disciplinar la protesta e inventar chivos expiatorios a quienes sindicar como responsables de las crisis que vendrán… y quizá abrir las puertas de los cuarteles para repetir historias que los argentinos pensaban que pertenecían a la historia más triste del país y que ahora son negadas por la derecha y la ultraderecha. El éxito de Milei se fundamenta en el fracaso de los demás, en especial del peronismo. Milei ha aprovechado la ola favorable del contexto internacional, en el que existe una tendencia hacia líderes populistas y de extrema derecha en varios países tanto europeo como latinoamericanos. El equipo de Milei supo explotar sus conexiones con figuras políticas internacionales y grupos de ultraderecha en Estados Unidos, Brasil y España. Milei exhibe un discurso nacionalista y ultraconservador que ha calado incluso a la derecha más tradicional de Argentina. Se ha posicionado en contra del aborto y la educación sexual; también ha prometido ser contundente en la lucha contra la inseguridad ciudadana y la delincuencia, utilizando incluso al Ejército en labores policiales. También logró que los votantes le vean como un outsider y no como un político más del establishment. Milei surgió en los medios como tertulista. Su éxito en los medios y la habilidad para comunicar sus ideas de manera directa en televisión y las redes sociales le convirtieron en una figura muy popular antes de dar el salto a la política. Fernando Rosso señala quela elección fue una comptencia contra el pasado: el peronismo planteaba su repudio al pasado autoritario anterior a 1983 -la dictadura cívico-militar- reivindicado por Javier Milei, mientras que los libertarios rechazaban el pasado reciente de recesión económica encarnado por la «casta». Ganó la segunda opción, pero las urgencias sociales y la fragiliad del candidato oficialista abren una perspetiva por demás negatriva para Argentina, El del domingo 19 significó un experimento extrañísimo: más de la mitad de los argentinos, en repudio a lo conocido, eligió caminar hacia lo desconocido. La nueva etapa que se abrió marca el fin de la Argentina progresista de 2001 t también de la Argentina posdictadura de 1983. El futuro aparece más que borrascoso, aunque hay que esperar un tiempo para calibrar el tamaño exacto de lo que se avecina. Recuerdo el cuento más corto de la historia, escrito por el guatemaltco-mexicano Augusto Monterroso, de apenas siete palabras: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. *Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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