Autor: RICARDO CANDIA CARES
Mirar por estos días los matinales de la televisión deviene en un buen ejercicio para estudiantes de periodismo: muestran con especial detalle y precisión cómo no hay que ser puestos a ejercer esa profesión.
Y para los periodistas éticos, profesionales, con sentido del honor y la decencia y que no se corrompen por un sueldo jugoso y la opción a llegar a ser un rostro de la televisión, como no hay que venderse. O arrendarse.
Contigo en la mañana, el matinal de Chilevisión, descuella en su rol de ejemplo relevante de cómo se ejerce el periodismo en ese programa, profesión que se propone informar de modo que si una persona dice que está lloviendo y otra dice que no, la función del periodista es abrir la ventana y mirar al cielo. Chiste que se añeja en las escuelas de periodismo, pero que tiene su no sé qué pedagógico.
Tomemos por caso la mañana del día de hoy, jueves 1 de agosto de 2024.
Durante casi toda la mañana el panel de Contigo en la mañana, encabezado por la periodista Montserrat Álvarez y secundada por una meteoróloga, ha intentado mostrar el fraude electoral venezolano, los desórdenes en la ciudades de ese país, los sufrimientos de los ciudadanos residentes que no quieren volver jamás, la irresponsabilidad de la embajada que no atiende a nadie y, por sobre todo, que en las ciudades de Venezuela se está cayendo el mundo con protestas que tienen en vilo a los gobernantes y a una masa multitudinaria cercando los palacios.
Montserrat Álvarez ha mantenido durante esta mañana contactos con dos periodistas que transmitieron directamente desde Venezuela, a quienes les preguntó por la situación que se vive, de los desórdenes y protestas, del gran número de presos, secuestros y los estragos propios de la represión y el caos que hay en la calles.
El caso es que para la desesperación de Álvarez y la rubia meteoróloga, sus colegas conectadas en directo desde el mismo teatro de operaciones no fueron capaces de mostrar una sola imagen, ¡ni una sola!, que confirmara lo que Álvarez se empeñaba en comentar como hechos ciertos, probados, trágicos e inaceptables.
Por más que intentaban una cuña con noticias sorprendentes, relatos crudos, pruebas de los atentados, nombres de las víctimas, sangre y fuego, Álvarez y la rubia meteoróloga debieron contentarse con cerrados close up de las periodistas venezolanas que parecían, eso fue evidente, no tener idea de lo que pasaba o simplemente no tenían nada que decir y mostrar.
Ni un miserable plano general de alguito de lo que estuviera pasando en ese país.
Se les ofreció durante toda esta mañana la posibilidad maravillosa de mostrar el caos circundante, datos precisos, imágenes trágicas, tiroteos, represión fulminante, la demostración inequívoca del desorden que dejaron las elecciones, mostradas, reiteradas, aseguradas como fraudulentas. Pero curiosamente, solo mostraron sus caras.
En otros momentos, en Chile, un notero picante, maleducado, irrespetuoso, hacía esfuerzos notables por sonsacar declaraciones antiMaduro, antiChávez, antielecciones a las personas que hacían cola en las afueras de la Embajada para resolver sus documentos y trámites.
Sin tomar en cuenta el esfuerzo y tragedia de esas personas, el notero picante inducia a opinar a quienes esperaban, mediante preguntas que a su vez eran más de la mitad de las respuestas que le interesaban para congraciarse con los jefes en la perspectiva de defender la pega y eventualmente ascender.
Finalmente, todo se trata de dinero.
También les falló ese intento de manipulación: las respuestas que sonsacaron maulosamente, ni hablar de ética, jamás cumplieron con el estándar requerido por los editores: sangre, sollozos, diatribas, lamentos, imprecaciones al dictador, odios en contra de lo que huela a Chávez/Maduro. La gente dio su opinión, mostró su molestia, desencanto o enojo. Pero de ahí no pasó para desgracia del notero picante
La periodista Álvarez resulta un ejemplo notable de todo aquello que no hay que ser y hacer en el ejercicio del periodismo.
Ella es la profesional que nunca sabe. La del parece. La que supone y sospecha. A la que las cosas le suenan que son de cierto modo. La que cree que algo es así y no asá. La que tiene una intuición de que la cosa va por ese lado. La que repite precisamente lo que le acaban de decir porque al parecer su retentiva está debilitada por el abuso del aparato que le dicta lo que debe decir en su oído. La profesional de la pregunta rala, mocha, sin gracias y superflua.
Montserrat Álvarez llega cada día a su panel a improvisar preguntas y respuestas y resulta notoria su falta de preparación, sus escasas o nulas lecturas previas, su repaso mediano de los temas que va a tratar. Su silencio cuando no entiende nada de lo que se habla.
Es la flojera con efecto directo en un rating que va en baja. Es la televisión chilena en su mejor despliegue. Es lo que denunció ese tránsfuga de Francisco Vidal que ejerce como presidente del directorio de TVN y que luego, como siempre, se retractó.
Lo peor de todo es que Montserrat Álvarez cree que la hace de oro.
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