Autor: RICARDO CANDIA CARES
En Chile casi no se habla de Salvador Allende y para qué decir de la Unidad Popular, su programa, su proyecto y su historia.
En poco tiempo más se dirá que eso que se llamó Gobierno Popular jamás existió.
Notable como la derecha ganó la batalla cultural a la izquierda y logró instalar la idea de que la UP fue un gobierno nefasto, fracasado, corrupto y que no tuvo el apoyo de la gente. Incluso ganó para ese discurso falso a sectores que se decían fervorosos allendistas.
Pero más increíble aún es que la izquierda consecuente no rescate con la fuerza necesaria ese legado. Como que Allende les da vergüenza. Como si el gobierno popular fuera algo que hay que esconder debajo de la alfombra para no molestar a la ultraderecha.
¡Qué vergüenza!
La Unidad Popular no fue un gobierno fracasado. Fue traicionado por quienes se decían y dicen respetuoso de las leyes, fue avasallado por la fuerza bruta de militares cobardes que traicionaron sus juramentos y demás palabrería, fue víctima del imperialismo que compró a políticos inmorales que posan de demócratas y de cristianos hasta el día de hoy.
Y fue entregado por quienes debieron llamar, armar y dirigir al pueblo para combatir, pero se los ganó la cobardía.
Salvador Allende y su ideario de un país libre, independiente, bueno con su gente y dueño de su destino, debe ser la trinchera en la que el pueblo y sus organizaciones reagrupen sus fuerzas, restañen sus heridas y definan un proyecto tras el cual se ordene el pueblo que quiere un cambio de fondo.
Para que seamos claros: el último proyecto interesante de la izquierda fue el de la Unidad Popular: en ese impulso que duró decenios construir había una vocación de poder que elevó la lucha de clases a niveles jamás vistos y jamás repetidos en Chile.
Es decir, lo que estaba en juego era la tensión por el poder.
El Gobierno Popular mostró lo que puede hacer un pueblo organizado, con un proyecto claro y con dirigentes honestos y consecuentes. Por eso la respuesta fulminante del imperialismo y sus lacayos locales
El gobierno de la Unidad Popular fue el lapso más importante desde el punto de vista de los desarrapados: cada día parecía el primero y último a la vez, pero se vivía con las ansias de los que entendíamos que ahora dependía de nosotros. Y el pueblo hizo su sacrificio con fe y decisión.
Hasta que cayó la noche.
Hoy, de tarde en tarde, caen otros tipos de noches sobre las esperanzas tantas veces fallidas sobre las víctimas de la cultura imperante, constituida entre otras convicciones, por la falsía de que el Gobierno Popular fue un fracaso.
Uno se pregunta si el pueblo resiste más derrotas, traiciones, manipulaciones y dirigentes abúlicos y sin ideas, cuando no corruptos.
Luego de los luctuosos sucesos que fueron desde octubre de 2019 a septiembre de 2021, el horno no está para bollos ni para nada que no sea asumir la derrota y el fracaso y replegarse a instancias más seguras.
El itinerario institucional no es otra cosa que la implementación de la victoria de la ultraderecha que busca la eternización de la cultura pinochetista, ahora con la entusiasta participación de la izquierda pacificada.
Luego de tantos fracasos, ya no derrotas, el sentido común y la experiencia indica que se requiere un repliegue, es decir, abandonar la primera línea, de haber habido, refugiarse en la retaguardia, rearmarse, redefinir objetivos, prepararse para nuevas batallas con mejores disposiciones, ideas y dirigentes
Hace años que decimos que no sirven ni los pañuelitos en las muñecas, los puños en alto, las consignas huecas, los desfiles multitudinarios ni los textos pegados en las redes sociales. Ni se soportan ya esas agrupaciones, convocatorias, coordinadoras, mesas sociales y demás nomenclaturas que no han hecho nada nuevo en decenios.
¡Nada!
Con la mayor parte de las asociaciones gremiales, federaciones, centrales sindicales en manos de dirigentes sin ninguna idea y con mucha ambición, ya vemos que desde el punto de vista del pueblo la cosa ha sido dar vueltas en redondo. Si quien fuera presidenta de la CUT se metamorfosea en elegante diplomática en modo exprés, calculemos por dónde va la cosa.
El gobierno de Gabriel Boric nacido más de la decisión de un grupo de sus amigos y de los votos del miedo a la ultraderecha, sin un proyecto popular, sin un norte estratégico y fundado en consignas que jamás fueron, al final será otro retroceso si se mira desde el punto del pueblo castigado, traicionado, maltratado, ninguneado.
El temprano giro del presidente Boric hacia aquello que representaba todo lo malo, la Concertación y sus vicios, para buscar un soporte a un gobierno desorientado, armado por gente con escasa política, peor aún, sin un sentido de lo político, sin vocación de poder, con el miedo a la derecha marcada en los pliegues de la camisa, dejará servido en bandeja el próximo gobierno en tres años más a lo más abyecto de la política.
La derecha, que huele el miedo como un depredador, ya tiene hecho su plan: sacará las leyes que le interesa sacar y luego le darán con el mocho del hacha al exdirigentes estudiantil.
¿Y el pueblo qué? Mirará todo a través de los visillos, como en un sarao colonial.
A la izquierda que de verdad quiere otro país, le corresponde levantar las banderas de Salvador Allende. En el seno de lo más puro del pueblo la memoria de ese hombre aún palpita con su pulsión de esperanza, de verdad y honor.
No hay más trinchera en la cual replegarse para aunar esfuerzos, voluntades, decisiones y desafíos.
Salvador Allende y el proyecto maravilloso de la Unidad Popular, traicionado y vuelto a traicionar por quienes fueron sus defensores hasta cuando les convino, debe ser puesto en el sitial que le corresponde en la historia.
Y eso significa partir por combatir la idea de que fue un gobierno fracasado, inviable, sin apoyo. El gobierno de Salvador Allende ha sido el más patriota, honesto, revolucionario y el único que sembró una esperanza real entre los más pobres de los pobres.
Esa lección de honor, consecuencia y patriotismo se hace necesaria reivindicar a punta de verdades y con el orgullo de consecuentes luchadores, la causa de un país bueno para sus hijos más desposeídos y a partir de sus más profundas ideas buscar el derrotero que corresponda a esta época.
Como se mire y como se haga: si hay quienes de buena fe buscan el mejor camino para un horizonte de lucha popular, va a llegar siempre a las honestas y profundas palabras de un hombre de honor que un día sembró una semilla que aún no encuentra la tierra adecuada.
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