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OCHO DE MARZO: EL CAPITALISMO AÚN SIGUE DONDE MISMO (CADA DÍA CON MEJOR SALUD)

Foto del escritor: fcabiesesfcabieses

Autor: RICARDO CANDIA CARES


El Día Internacional de la Mujer debería ser un momento de recuerdo y homenaje y para renovar la certeza de que el patriarcado, el machismo, la violencia de género, la misoginia, la antigua tradición de menosprecio, explotación y condición de personaje secundario en la historia de las mujeres, es un producto esencial y necesario del capitalismo.

Y que no sale de la concha de una almeja.

Y habrá quien se moleste y disienta en tonos duros, pero debo agregar que esas condiciones no se superan ni con pañuelos de colores ni marchas apabullantes, sonoras, bailadas y coloridas. Ni con un gobierno autodenominado como feminista.

El patriarcado y demás lacras que hacen de la vida de las personas, especialmente de las mujeres, un vía crucis, solo se superarán con una estrategia contraria al orden capitalista lo que implica una férrea lucha por la conciencia de las personas, no solo de las mujeres, y un proyecto político de corto, mediano y largo alcance tras el cual se ordene al pueblo más combativo y decidido.

Todo lo que no obedezca a la contradicción esencial entre una sociedad realmente humana, justa y solidaria y el capitalismo criminal, egoísta y devastador, no pasa de ser una puesta en escena inocua, inofensiva y, por qué no, altamente sospechosa.

Nos daremos cuenta de que, en todos estos decenios estériles, si se miran desde el punto de vista del pueblo carenciado y las ofertas de alegría, justicia, aunque haya sido en la media de lo posible de triste recuerdo, las marchas y desfiles lo único que han hecho es dotar al Orden de una cierta pátina de legitimidad democrática: las personas se pueden manifestar libremente cuando les da la gana.

Para decir las cosas como son, ni siquiera el estallido social del 2019 tuvo algún efecto real relacionado con las enormes contradicciones de una sociedad basada en el abuso, la corrupción, el negociado y la comprobación de que el neoliberalismo se metió no solo en la economía precaria de la gente, sino que en sus conciencias.

Mientras el pueblo no se movilice de verdad, es decir, se organice y combata seducido por una idea que lo haga hacer los mayores sacrificios por justicia, buen trato y un país más humano, las marchas, los pañuelitos y las buenas intenciones no pasarán de ser un decorado inerte y que beneficia al mismo régimen que pretende falsamente combatir.

Los cambios reales se harán desde la política, entendida no como lo hace el actual sistema corrupto, sino como lo entiende el pueblo: o mandamos todos o no manda nadie.

Cabe preguntarse ¿por qué en más de treinta años en los que ha habido importantes y masivas manifestaciones, entre ellas el estallido de octubre que tuvo por las cuerdas al orden, en que han salido millones de personas a las calles a exigir justicia y lo que sea, jamás esas gigantescas manifestaciones han tenido un efecto real, medible, que haya hecho recular al sistema que se basa en el abuso y la corrupción de todo el engranaje institucional?

¿Recuerda el ampuloso y sofisticado acto de conmemoración de los cincuenta años del golpe de estado? ¿Qué quedó de eso?

¿Qué ha fallado en esas convocatorias con batucadas y permisos de la autoridad que no han servido para nada trascendente?

Es cierto que hay leyes que sancionan más duramente los abusos y la violencia en contra de las mujeres, pero la estructura cultural que permite abusos graves como el de Jeane Fornil y Lorenza Cayual y más próximamente el abuso grave con contra del hijo y de su madre Karol Cariola, siguen incólumes.

Resulta evidente que fortalecer el código laboral, o el que sea, no apunta a la reformulación estructural que pone a las mujeres en condiciones de una desigualad que no ha sido enfrentada. Desde que es una migrada sin derechos, hasta una alta autoridad el Estado, pasando por una mapuche invisible y despreciable por el estatus quo: Francisca Curihuinca Calcumil, de 70 años, de la comunidad Pedro Ancan Curihuinca, que sigue presa sin pruebas en su contra.

Esa es violencia de género, racismo, misoginia y la comprobación de que la cultura del despojo aún está ahí al amparo del Estado.

El querellante en la causa que mantiene presa a Francisca es Gabriel Boric.

Y habrá decenas de miles de casos más, cotidianos, porfiados, elocuentes, silenciosos, advirtiéndonos que por mas que se hable de feminismo y que haya leyes, la violación de los derechos humanos de las mujeres sigue siendo un hecho que nos recuerda que vivimos bajo el dominio capitalista.

Estos ejemplos no pueden ser el objeto correctivo del perfeccionamiento de una ley o la creación de otras. Se trata de construir un país en que esta barbarie no sea posible jamás por un convencimiento que venga desde la cuna y de antes.

Y en las agendas de los gobiernos que se han dicho progresistas, de centro izquierda o, peor aún, feminista como el actual, no se ha avanzado un milímetro en el desmantelamiento de esta cultura del abuso y el patriarcado que viola los derechos humanos de las mujeres, sobre todo de las más pobres y desheredadas.

Así, no resulta extraño que el número de participantes a las marchas de esta fecha esté bajando ostensiblemente.

Al parecer hace su efecto el hecho de que no sirvan de nada, o de casi nada, y que los movimientos que la convocan sean algo misterioso que reproduce a sus representantes o voceras mediante mecanismo de los que pocos saben algo.



 
 
 

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