Autor: RICARDO CANDIA CARES
Con números, estadísticas, ejemplos y mucha desinformación se habla de la crisis de Carabineros cuando arrecia una ola de delincuencia en el país.
¿Qué fue primero? ¿La ola de delincuencia o la crisis de carabineros?
Los matinales de la televisión compiten en entregar imágenes escabrosas y en darle tribuna a políticos de ultraderecha que aprovechan la oportunidad para darle con el mocho del hacha a Boric y a su gobierno, exigiéndole sacar a las tropas a las calles.
Se intenta circunscribir en la institución policial una crisis que es infinitamente más amplia y con mucho más alcance. Lo de la policía uniformada es solo una parte del todo.
La cosa es más ancha y compleja.
Carabineros y su situación no se diferencia en origen de lo que pasa en la educación, la salud, a la previsión social, en lo habitacional, medioambiental, ecológico y todo cuanto usted quiera, cuya gestión y responsabilidad esté asentada en el Estado.
Es la victoria del dogma neoliberal en toda su magnitud que aborrece al Estado, y lo que quede como consecuencia son daños colaterales despreciables.
Lo que se ve ampliado en los canales de televisión pero que no se dice, es que en más de treinta años de instalación del más violento orden económico posible, se ha limitado al Estado a una expresión mínima.
Es el triunfo del neoliberalismo en su más amplia, grosera y criminal expresión.
Vivimos en el mundo soñado por los poderosos, los hacedores de plata, los ganadores, los explotadores, los inmorales los que tiene a la humanidad al borde de la extinción humana y/o la locura.
Aquellos para quienes hacen de la ganancia su religión y síndrome.
Es el paraíso para los que creen que el mercado lo resuelve todo. Es el país soñado para quienes un buen negocio es cuando hay ganancia no importa cómo.
Este país está hecho como imagen y perfil de aquellos ignaros con mansiones estúpidas con una fastuosidad rayana en la tontera, que juran y rejuran que, llegado el colapso final de la especie sobre la tierra, sus millones harán la diferencia entre el que vive y muere.
Es esa gente que luego de la misa del domingo sigue convencida de que los pobres son cosas desechables.
La ultraderecha chilena en su afán por hartarse de dinero manipula los preceptos de sus iglesias y salmos para darle fundamento religioso al mero ejercicio de ganar dinero no importante el medio, el pecado subyacente ni el ser humano.
Aunque no parezca, es esto lo que pulsa detrás de los alarmantes hechos delictivos que se toman los barrios y los medios de comunicación: es el tipo de delincuencia asociado necesariamente a este tipo de sociedad.
Este es un país en el que es suficiente con tener policías aptas para mantener a raya a los desadaptados que salen con cartelitos a exigir sus derechos y a la indiada que de tarde en tarde desordena el naipe en el sur. Ahí sí que son efectivos.
El abandono del Estado en materia de seguridad no es ni una casualidad ni una falta de medios. Es una decisión ideológica.
En esa definición los otrora rojos subversivos, revolucionarios que se metieron al sistema colaboran mediante una silenciosa omisión que más bien parece el más feroz desconcierto.
Cuando no por medio de justificaciones ministeriales puntuales tanto como aborrecibles.
Lo que estamos cosechando en términos de crímenes de alto impacto es el abandono del Estado de sus funciones más importantes para la vida segura y tranquila de la gente.
Pero no es solo en Carabineros es en donde se expresa la crisis del Estado. La capacidad de fiscalización estatal respecto de lo que usted se le ocurra está tan debilitada que parece que sus funciones existieran solo en las leyes y reglamentos que las describen, sin nadie con la capacidad para llevarlo a cabo. Ni con la voluntad para hacerlo.
Por eso que las soluciones que se ofrecen mediante un esfuerzo notable de imaginación no tendrán jamás un efecto real.
A lo sumo se perfilará un buen negocio para los de siempre. Se ganarán votos y apoyos para quienes se ponen para las fotos. El gobierno intentará sumar números a sus escuálidas aprobaciones, se moverán Carabineros asustados de un lugar a otro, dislocarán tropas aquí y allá y es posible que se detengan a algunos delincuentes que han hecho su agosto en este tiempo.
Y nada más.
Mientras sea el neoliberalismo la filosofía triunfante la que determina las conductas y defina el país que existe, solo habrá paliativos y cachañas sin ningún efecto real en la gente que lo sufre.
¡Este el neoliberalismo, estúpido!
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