Autor: RICARDO CANDIA CARES
Los corrupción del sistema político ha dado paso a sujetos que hacen piso en la ignorancia que el mismo modelo inocula desde la cuna.
La política basura se ha tomado la agenda. Los políticos corruptos se han tomado los Estados, aquí y casi en toda la quebrada del Ají. La última desgracia se apellida Milei.
¿Sería cosa de extrañarnos?
Casi sin despeinarse, lo más repulsivo de la ultraderecha, es decir toda, se tomó el coto dejado por la libre por quienes debieron decir algo más que Cómo voy en esta.
Relegadas las ideas de la izquierda al patio trasero de las ideas, afanadas en resolver sus culpas y tratando de encajar sus teorías allí donde no calzan, mea, sacude y guarda.
Para mucho más no da.
En de tal magnitud en envión ultraderechista que para cierta izquierda más vale esconder la cabeza a la espera de mejores condiciones, como si estas emergieran mágicamente luego de la lluvia. O salieran de la concha de una almeja.
Para decirlo con todas sus letras una vez más: gran responsable de la ofensiva ultraderechista, brutal, criminal, egoísta y sin ningún sentido de lo popular o patriótico, a pesar de las gárgaras y discursos, es la izquierda. La ultraderecha y sus puntuales chupamedias solo hacen lo suyo.
Quienes no hacen lo que les corresponde por historia, prédica e ideas, son los zurdos.
Esos que alguna vez se definieron como contrarios al capitalismo y pretendían un horizonte de sociedad justa y buena con los habitantes del país y que solo cosechó muertos, desaparecidos y desilusionados en ese intento. Y olvido.
Alguno, no hace mucho, avisaba que en este campo de flores bordado moriría el neoliberalismo.
Otros, han optado al efecto pragmático y estéril de salir en la foto mientras esperan que las cosas se arreglen por algún arte de birlibirloque.
¿Alguien pretende que esto va a cambiar por la sola intercesión de la fuerza de gravedad? ¿Se cree que sin ninguna idea que se cruce a la violencia que impone un estado de casi absoluto salvajismo, sería posible un cauce hacia su superación?
La izquierda, en todas sus variantes cromáticas, ha quedado muchos pasos atrás del transcurrir de la historia. De la vanguardia del proletariado, a la retaguardia del casi nada.
Da la impresión de que, para ciclos como estos, en circunstancias de un capitalismo extraño, no hay teoría que entregue la receta contemporánea.
El caso concreto y duro, es que la izquierda se ha quedado sin ideas.
¿Cuál será entonces el rol de avanzada de la izquierda en este contexto pesimista, oscuro y sin salida en donde los genocidas se toman todos los poderes?
¿Será que lo primero que hay que tener en cuenta es el enemigo que hay enfrente? ¿Será partiendo por entender el mundo en que vivimos y los rasgos del capitalismo que tiene a la vida humana sobre la tierra a un tris de irse a las pailas?
El hecho de que el imperio más homicida de la historia esté viviendo momento particularmente difíciles y con su vasallos europeos al borde de la histeria, ¿nos dirá algo?
Producto de su propia naturaleza inhumana y depredadora, la fórmula neoliberal está llegando a un punto tal, que se avizora en el mediano plazo un cambio en las relaciones económicas, por lo tanto, políticas: emergen poderes económicos y militares no previstos que ponen en jaque a la hegemonía USA/OTAN/UE.
En este plano, la guerra en Ucrania no es sino la muestra más evidente y candente de este cambio de orden en que el mundo se avizora ya no con la óptica unilateral impuesta por el Pentágono, sino que disgregado en una multilateralidad plural impuesta por la economía China y su influencia y en el poderío militar ruso que ya supera en aspectos estratégicos al de USA.
De esto poco, mal y nada se habla en Chile y sin embargo tiene que ver y mucho y no solo porque el presidente Boric tuvo a bien regalar del erario nacional 300 mil dólares para que la señora de Zelensky se fuera con compras a Champs Elyssé.
Algo pasa en el mundo y por aquí no nos enteramos. Algo pasa a centímetros de nuestros ojos y no nos damos cuenta.
Algo pasó en octubre de 2019 y la izquierda aún no tiene una explicación convincente, pero que sobe donde duele, de aquello que relumbró con el fogonazo de lo inexplicable.
¿De qué nos extrañamos?
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