top of page
Buscar

CUBA EN LAS ELECCIONES CHILENAS

  • Foto del escritor: fcabieses
    fcabieses
  • hace 11 minutos
  • 4 Min. de lectura

Autor: RICARDO CANDIA CARES

Ser revolucionario es una disposición no solo de la mente, sino que, por sobre todo, del corazón y de la historia. Nadie puede tener una convicción revolucionaria luego de sacar cuentas, ver las condiciones, las conveniencias, el estado de tiempo o el qué dirán de los vecinos.

La convicción revolucionaria, es decir, esa que es capaz de conmover y definir un camino en el que se pone en el centro el sufrimiento humano causado por la rapiña de los poderosos, la explotación de hombres y mujeres para satisfacer la ambición de un puñado de miserables y que dispone de su vida para construir una sociedad basada en la solidaridad y la justicia, no puede medirse por pequeñeces y cobardías.

Si usted cree que no es para eso y que su vida debe disponerla para su beneficio individual, despreciando a los perdedores, explotados y marginados, allá usted. Habrá otros con el decoro suficiente que sientan en lo más íntimo el dolor humano causado por otro humano en cualquier parte del mundo.

Es cierto que la ideas por un mundo mejor están a la baja y que se ha impuesto un ideario en el que el protagonista es el egoísmo, la maldad, lo inhumano, escudado en el mercado, en la libre competencia y en el sálvate solo.

Es, transitoriamente, la victoria de los enemigos de la humanidad que ha tenido la virtud de arrastrar hacia sus propuestas a personas que, en algún momento de sus vidas, por conveniencia, postura o moda, dijeron suscribir las ideas de la revolución, de otro mundo necesario, de la solidaridad entre los humanos, de una sociedad en la que el trabajo sea la vía para vivir plenamente y no un castigo perpetuo.

Es la ganancia de los enemigos de la vida la que ha impuesto sus condiciones en el mundo y en el Chile que vivimos. Y para el efecto, han tenido el concurso disponible y atento de muchos que hace poco levantaban el puño y se bordaban de rojo porque eso rendía.

La inercia del reflujo de las ideas revolucionarias se ha llevado a quienes pesaban poco en su convicción

La historia muestra que para quienes elegimos el lado de los perdedores, la victoria es esquiva y son más los tiempos duros que los de calma. El enemigo es cruel, poderoso y no perdona. Pero quienes vivimos la experiencia maravillosa de la Unidad Popular y supimos en directo el ejemplo de Salvador Allende, sabemos que se vislumbró un país que podría ser bueno con sus niños y justos con sus hombres y mujeres. Es decir, sí es posible.

Pero ya vimos qué paso.

Hoy la derrota se vive de otra manera, especialmente en la renuncia de quienes fueron ganados por el enemigo y traicionan todo aquello que alguna vez aseguraron con vehemencia.

Entonces, como cada vez que hay elecciones, le toca su turno a Cuba.

Así, personas de izquierda, que se hayan neoliberalizada es otro cantar, y que ahora se ponen el conveniente rótulo de progresistas, son sacados al pizarrón para obligarlos a referirse a Cuba para complicarlos, para desdecirse, para abjurar cual marranos o para justificar pecados juveniles entre dubitaciones y balbuceos.

Resulta un mecanismo vergonzoso usar subterfugios y eufemismos, abusar de la sinonimia para no verse atrapados como un procubano, procastristas, un pasado de moda, alguien que no está invitado al festín.

¿Es acaso Cuba, su pueblo, su historia, sus líderes, su ejemplo, su profunda alma solidaria, su revolución, una razón para sentir vergüenza?

Cuba es un ejemplo para los pueblos del mundo. No hay otra definición de solidaridad y de amor por los pueblos que esa capacidad de compartir no lo que sobra sino lo que se tiene para todos. Así sea médicos, maestros, constructores o soldados.

Donde haya una causa humana, Cuba estará disponible sin pedir nada a cambio y en silencio. Es su manera de pagar lo que entienden como su propia deuda con la humanidad, es el internacionalismo entendido de la manera más pura y sagrada.

Emociona Cuba y enorgullece.

Que se le dé la espalda por intereses políticos, bien lo sabemos, no es algo que inquiete a los cubanos. Pero a los que la queremos sin condición nos genera una comprensible bronca por esa falta de decoro, eso que tanto han enseñado los cubanos.

Cuba ha resistido por sesenta años los embates del imperio más criminal de la historia y ha podido también con los rastreros que se dijeron sus amigos solo cuando brillaba el sol y el viento hinchaba las velas.

Pero Cuba sabe de quienes la llevamos en el pecho y en la frente. Quienes hemos aprendido de su ejemplo y valor.

El mundo está cambiando. Y quizás en breve se abra un tiempo en el que el orden que ha permitido siglos de barbarie, al menos, ya no se desplace con tanta impunidad.

Y mientras brille un rayo de sol sobre la tierra seguirá Cuba enarbolando el valor de los que llevan estrellas en la frente y el sentido profundo de que patria es humanidad, como lo enseña el Apóstol.

No le ha sido fácil.

El enemigo de todos los pueblos sabe que se enfrenta a un pueblo heroico al que intenta, como en muchas otras partes, estrangularlo por hambre. Y si Cuba ha sido capaz de sobrevivir al imperialismo, lo que digan en su contra algunos pelafustanes para recibir la santificación de la ultraderecha, no es algo que le inquiete en absoluto.

Cuando esa gente ya no sea otra cosa que una mota de polvo tragada por el olvido, Cuba seguirá presente en los corazones de los pueblo del mundo.



 
 
 

Comments


Suscribete

© 2018. Punto final blog

    bottom of page