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AÑO DE MOVILIZACIONES SOCIALES

Autor: HUGO ALCAYAGA BRISSO

             

              2025  asoma como un año pródigo en movilizaciones sociales que signifiquen mucha gente en las calles en procura de sus demandas olvidadas, que saquen de su quietud a la casta política anquilosada, que alejen a la derecha pinochetista de su pretensión  de volver a La Moneda y que abra paso en noviembre  a la elección de un gobierno de Izquierda real,  sin complejos, que cumpla sus compromisos con las clases populares.

               Ver a multitudes de hombres y mujeres pobres y menos pobres que claman por  urgencias no consideradas y por sus derechos básicos arrebatados en los oscuros tiempos del espanto dictatorial, atemoriza a la minoría acaudalada que se ha  apropiado del dinero y los bienes de todos, pero es un índice de democracia plena  que debe imperar en la sociedad chilena.

               Hace largo rato que las necesidades del pueblo están postergadas o no han sido escuchadas, y cuando parecía  que había llegado el momento de que tuvieran una respuesta adecuada,  esa posibilidad se diluyó, fue cancelada  prematuramente y el panorama de adversidades para las grandes mayorías se mantiene inalterable.

              Las aspiraciones populares están principalmente en la convocatoria a una Asamblea Constituyente, aplicación de un sistema democrático basado en valores como la igualdad, la dignidad y la justicia social,  y la restitución de los derechos esenciales  de cada ciudadano hoy convertidos en mercancías. Son objetivos por los cuales lucharon los millones de manifestantes del estallido social de 2019, los que no han sido atendidos hasta ahora.

              Aisladas y sin un  horizonte común que potencie sus fuerzas, las demandas populares están condenadas a conformarse con migajas insignificantes. Difícilmente, por justas que sean, esas demandas podrán llegar a materializarse si las propuestas  no tienen el respaldo de un amplio movimiento unitario para cambiar la Carta Magna militar del siglo pasado.

              La Constitución de 1980,  que es antidemocrática y fue redactada por un pequeño grupo  de partidarios del régimen castrense,  es la roca  que se interpone en el camino de los sectores populares. Para avanzar  hay que removerla por el más democrático de los métodos, cuál es la Asamblea Constituyente.

              Al cabo de dos intentos fallidos  en los últimos años, este es un objetivo político que debe estar al centro de la lucha social. En Chile hay una verdadera necesidad  por una nueva Constitución que asegure igualdad y justicia,  derecho al trabajo con salarios dignos, salud, educación, vivienda y previsión social, valores que constituyen las bases  de una sociedad de bienestar esta Carta Fundamental debe poner fin al periodo de dominación oligárquica en que se desenvuelve el Chile de hoy.

              Corresponde al mundo social movilizarse por estos objetivos,  ya que no lo hacen  los partidos que fueron de la Concertación sometidos  a la infortunada herencia que recibieron de la dictadura.  Es el caso de los partidos  Demócrata Cristiano y Socialista,  que tuvieron presidentes en La Moneda y el segundo de los cuales forma parte  de la actual administración  como integrante de la coalición denominada “Socialismo Democrático”.

               Frei Ruiz-Tagle, empresario pro pinochetista desde joven, encabezó un gobierno en que se privatizó todo cuanto había permanecido estatal durante la tiranía,  incluyendo el agua y los puertos. Permitió la llegada del capitán general al Congreso y cuando este fue detenido en Londres, lo trajo de regreso a Chile para evitar  que la justicia internacional lo enviará a la cárcel.  Desde el mandato de Frei han pasado 25 años en que el PDC ha perdido votos,  electores, militantes y parlamentarios, y no ha vuelto  a ganar nada significativo.

              La “renovación” apartó absolutamente al PS de la senda revolucionaria trazada por el presidente Salvador Allende en favor del pueblo y los trabajadores.  Los que antes fueron socialistas sufrieron un proceso  de transformación ideológica que se tradujo en un penoso cambio  en la conciencia  de quienes fueron leales militantes de la Izquierda. Hoy el PS cumple las funciones del Partido Liberal en el siglo pasado y Lagos Escobar en su periodo presidencial fortaleció el neoliberalismo al extremo de merecer el reconocimiento y las alabanzas del capital financiero que le concedió  el título de “estadista” y le recuerda con gratitud.

              El poder del dinero prolonga el sistema antipopular en el tiempo,  y se mantienen la desigualdad, la discriminación y la corrupción que son un freno para la democracia y que mantienen en pie la lucrativa relación  de la política con los negocios. Es la manifestación más depurada   del neoliberalismo depredador que barre con la ética y el bien común, y en que el fin supremo pasa a ser la acumulación de dinero  y patrimonios sin considerar  que ello está lejos  del alcance de las mayorías.

               En estos momentos los movimientos sociales que protagonizaron  el estallido ocurrido hace cinco años están a gran distancia  del actual gobierno socialdemócrata y del oficialismo en general. No ha habido una relación que funcione de manera fluida, como podía esperarse.  Aunque se busca estrechar estas relaciones y se intenta  que las movilizaciones sean vistas  como agentes  que proyectan cambios,  que no solo piden sino que proponen, ello no se ha logrado concretar.

              Hoy es imperativo retomar con fuerza la movilización social, con los partidos tradicionales desacreditados, un escenario  de corrupción y un panorama de política pestilente en que se apoyan los pilares fundamentales del modelo mercantil que es necesario derrotar de una vez y definitivamente.  Al comenzar el año se advierte  una ciudadanía cansada de los escándalos, preocupada de problemas que no se resuelven y desafectada de la actividad política.

              A estas alturas Chile no puede esperar nada de la política decadente  ni de los empresarios, los ricos y los poderosos que ostentan  con soberbia la concentración económica: en 2025 el pueblo y las organizaciones sociales deben movilizarse por sus demandas,  por dignidad y mejores condiciones de vida,  junto con la lucha  por elegir a un gobierno de Izquierda  capaz de cumplir  a tiempo los compromisos contraídos con las grandes mayorías.

 Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso



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